El auge y la caída de Jordan Peterson, el patriarca youtuber

Perfiles Random
6 min readSep 14, 2020

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Una manera muy popular de titular los videos de gente discutiendo en las redes sociales es enfatizando la descripción. TREMENDA PALIZA, SE LO DEVORA, LO DEJA SIN PALABRAS. Lo escribo en mayúscula porque generalmente aparece así. No tiene demasiada importancia si el video se corresponde o no con esa descripción: es un paratexto que no complementa al texto, sino que lo determina. El usuario puede no ver el video, solo con el título y la imagen del preview alcanza para sacar conclusiones. Es algo así como la lógica del clickbait aplicada al mundo de las ideas.

La presencia en Youtube del psicólogo, escritor y símbolo de la derecha cultural Jordan Peterson está llena de estos paratextos. El más conocido es una polémica que tuvo con la periodista Cathy Newman del Channel 4 británico. La versión subtitulada al castellano se titula: Así fue como JORDAN PETERSON dejó sin palabras a una PERIODISTA PROGRE. Pero hay muchos casos más: la trayectoria de Peterson puede seguirse a través de Youtube, donde tiene casi tres millones de seguidores. En 2016 subió una serie de videos donde se oponía a la Ley C-16, una normativa que obligaba el uso de pronombres neutros para referirse a los transexuales. También tiene una serie de entrevistas contra lo que él llama “el flagelo de la corrección política”, uno donde explica cómo enfrentarse a los “irrational social justice warriors”, e incluso hay uno en el que explica que Greta Thurnberg no entiende nada sobre cambio climático. Su éxito en Youtube es tal que en 2019 registró 80 mil dólares al mes sólo en donaciones por Patreon.

La trayectoria de Jordan Peterson es similar a la de cualquier youtuber. Antes de Youtube, era un profesor de psicología clínica de la Universidad de Toronto, autor de Maps of Meaning, un libro sesudo, junguiano y poco leído. A partir de la publicación de videos en su canal de Youtube, sobre todo a partir de 2016, Peterson se convierte en “el pensador más temido por la izquierda occidental”, “el pensador público más influyente en la civilización occidental”. Como buen youtuber, Peterson fue evolucionando el contenido de su canal. Sus primeros videos son clases largas sobre arquetipos, o sobre la relación entre la tragedia y el Mal. De ahí, pasa a las charlas TED, y después a los debates televisivos. El éxito mediático de Peterson se basa en dos cosas. La primera es su lucidez para entender a la internet como un espacio genuino de discusión de ideas. Eso lo distingue de la mayoría de pensadores de su generación y lo acerca a un público masivo. A pesar de (o tal vez gracias a) los malentendidos y la superficialidad inherentes al medio, Peterson considera que internet es un terreno válido para la discusión. De hecho, su debate con Zizek fue publicitado como el gran debate filosófico de la era Youtube.

La segunda razón de su éxito es el reconocimiento de su público. La performance mediática de Peterson se basa en esgrimir polémicas con frases hechas a medida de su público, que está conformado casi en su totalidad por hombres blancos de derecha. Así, en Youtube hay videos de él sosteniendo cosas como que el privilegio blanco no es real, que las feministas tienen un deseo inconsciente de una dominación brutal masculina, que las jerarquías son el orden natural del mundo, que el espíritu masculino se encuentra en peligro, que las feministas son parte de un marxismo cultural que amenaza al sistema de vida occidental capitalista, etcétera.

El culto a Peterson es tal que sus seguidores se llaman a sí mismos “langostas”. En su libro, Peterson explica que cuando estos crustáceos luchan entre sí por las hembras disponibles, experimentan cambios neurológicos que varían de acuerdo a si ganan o pierden. De esta manera, los ganadores serán neurológicamente más dominantes y los perdedores más sumisos. Los seres humanos, que comparten varios ancestros evolutivos con las langostas, funcionan de la misma manera. Esta pintoresca explicación le sirve a Peterson para sostener que las jerarquías sociales son un orden natural. “Hace un tercio de mil millones de años, los cerebros y los sistemas nerviosos eran comparativamente simples, y sin embargo, ya tenían la estructura y la neuroquímica necesarias para procesar la información sobre el estado y la sociedad”, escribe.

Todas estas opiniones, que fueron dichas en distintos momentos de su carrera, funcionan igual que los títulos alarmistas de sus videos: no importa tanto qué se dijo, sino el hecho de que se haya dicho en voz alta, la acción performativa. De esta manera fue ganando visibilidad entre el público masculino, de clase blanca, de países del Primer Mundo, y eventualmente la atención de grupos más radicalizados, como miembros de la alt right (una ensalada yanqui que mezcla neonazis, misóginos, racistas, supremacistas blancos) o miembros de la subcultura incel (abreviatura de involuntary celibates). De hecho, el último libro de Peterson, titulado 12 reglas para vivir. Un antídoto al caos, es un libro de autoayuda pensado específicamente para los jóvenes blancos perdidos en una sociedad decadente, que les niega sus privilegios y los humilla. En una metáfora perfecta de cómo funciona la cultura en el siglo XXI, el libro fue comentado por PewDewPie, el youtuber con más seguidores del mundo (que varias veces fue noticia por sus opiniones racistas y antisemitas). Publicado en 2018, 12 reglas para vivir vendió más de tres millones de copias.

Las doce reglas para combatir al caos de su libro son más bien consejos prácticos de cómo debería comportarse un joven digno de respeto: “Parate derecho y con los hombros para atrás”, “Decí la verdad, o al menos no mientas”, “Sé preciso con las palabras que decís”. A través de estas reglas, que por supuesto comparten el ethos del No seas trolo man, Peterson se reafirma en ese personaje que le asignaron sus fanáticos en internet: un hombre perfectamente racional y dueño de sí mismo, cerebral hasta el punto de ser monótono cuando habla. Una patriarca cuya imagen e ideas encarnan los años clásicos, cuando el Caos no amenazaba el Orden. Un Don Draper espiritual y moral.

Por eso fue tan impresionante que en febrero de este año su hija haya anunciado que Jordan Peterson permanecía en un coma inducido en un clínica de Rusia, debido a su dependencia física al clonazepam. La dependencia a cualquier cosa, pero sobre todo a un psicofármaco, es lo contrario a su filosofía vital de estoicismo y reafirmación de la voluntad ¿Cómo fue que terminó así?

Parece ser que durante el 2019, un año en el que estuvo de gira por todo el mundo presentando su libro, con una fama y un reconocimiento que seguramente ni él mismo imaginó tener, Jordan Peterson recibió una noticia horrible: su esposa tenía cáncer. Para enfrentar el estrés de la situación, su doctor le recetó antidepresivos y ansiolíticos. Pocos meses después, una vez que su mujer estuvo recuperada, Peterson intentó dejar los fármacos, pero no pudo: sufrió un ataque grave de ansiedad física y mental. Lo internaron en dos hospitales diferentes de Estados Unidos, pero Peterson no solo no mejoraba sino que empeoraba. Estuvo a punto de morir, tenía pensamientos suicidas. Desesperados por el fracaso del tratamiento, su familia decidió probar con un tratamiento de emergencia en Rusia. Eso fue en enero de este año, y un mes después decidían inducirlo en coma. El tratamiento funcionó, y algunos meses después, en junio, Jordan Peterson subió un video en el que contaba que se estaba volviendo a sentir bien después de varios meses. Lo último que se sabe de Jordan Peterson es que en agosto se contagió de coronavirus. Su hija declaró que esto había sido un retroceso en su recuperación: “Definitivamente, las cosas no están bien ahora”, dijo.

Aunque el regreso de Jordan Peterson a la actividad pública e intelectual por ahora es una incógnita, toda su obra puede repasarse en Youtube: desde las crípticas clases sobre arquetipos junguianos y el Viaje del Héroe hasta sus inflamadas polémicas contra lo que él llama marxismo cultural. Pero desde hace algunos meses se pueden encontrar algo más: mensajes afectuosos de sus seguidores, “los langostas”, deseándole a su maestro una rápida recuperación.

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