En busca de la cara de un Chad

Perfiles Random
4 min readOct 16, 2020

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La frenología fue una teoría pseudocientífica del siglo 19 que planteaba que la forma del cráneo, la cabeza y las facciones determinaban la personalidad y los rasgos psicológicos del sujeto. La idea era que la forma exterior del cráneo refleja la forma del cerebro y, por lo tanto, todo su carácter. De esta manera, conociendo la forma del cerebro podía determinarse, por ejemplo, si la persona en cuestión era un genio o un criminal en potencia.

La frenología fue desestimada pocas décadas después. No sobrevivió al siglo 19. Sin embargo, es posible entender por qué entusiasmó a varios científicos de la época victoriana: la frenología postulaba que efectivamente somos lo que parecemos ser. Un sueño racional, una pesadilla en la práctica.

Doscientos años después, la frenología reaparece reformulada, pero igual de fatalista, en la internet profunda, en los foros de incels. Los incels (abreviatura de involuntary celibate) son una subcultura online de hombres heterosexuales que se definen a partir de la imposibilidad de mantener relaciones con mujeres. En realidad, el término incel fue creado por una estudiante canadiense en 1993. Su objetivo era crear una comunidad de gente en la que cualquier persona que se sintiera sola pudiera compartir sus experiencias. Pero con el tiempo, el término empezó a ser colonizado por hombres heterosexuales que compartían su frustración en forma de odio. De a poco, los foros de internet tipo 4chan o Reddit empezaron a llenarse de hombres que destilaban odio y autodesprecio. El discurso de odio se fue radicalizando, dirigido a dos objetivos: por un lado a las mujeres y por otro, a ellos mismos.

La radicalización de un discurso viene casi siempre acompañado del argumento de la inevitabilidad. A medida que el discurso incel evolucionaba, se fue creando una especie de sistema de creencias, que apuntaba a sostener la idea de que existían unas condiciones preexistentes que hacían que determinados individuos fueran sí o sí incels. Este sistema se basa en dos ideas: una social y otra individual.

En el acomplejado sociograma incel existen cuatro tipos de persona. Las mujeres pueden ser Stacys, atractivas e inalcanzables (el ejemplo más obvio sería las porristas de las películas) o Beckys, las mujeres normales. En un mismo movimiento misógino y contradictorio, los incels insultan a unas por demasiado atractivas y a otras por demasiado feas.

Los hombres, por otro lado, pueden ser o incels o Chads. Si las Stacys son las clásicas porristas, los Chads son los jugadores de fútbol americano: típicamente musculoso, alto, seguro de sí mismo. Esta clasificación sociológica deriva en una estadística: los Chads, que representan el 20% del total de los hombres heterosexuales, acaparan el 80% de las mujeres. El 80% de hombres restantes luchan por el 20% de las mujeres. Los incels se identifican como el 10% inferior de ese grupo. Básicamente, la teoría incel piensa la condición de célibe como un problema matemático. La solución sería una especie de “marxismo sexual”, en el que no exista esta diferencia entre Chads e incels.

La diferencia entre Chads e incels es la segunda idea en la que se basa este sistema. Los incels odian mucho, entonces tienen muchas palabras para odiar. Puede haber incels debido a su raza (Blackcel, Turkcel, Ricecel para personas de origen asiático, etcétera), o debido a un defecto físico (Eyecel, Fatcel, etc). Pero lo que verdaderamente distingue a un Chad de un incel son los huesos de la cara. Ser Chad es 90% una cuestión de huesos: los Chads tienen mandíbulas poderosas, pómulos angulosos, frentes prominentes, ojos profundos y labios gruesos. Rasgos típicamente masculinos, moldeados a fuerza de testosterona durante la pubertad.

Como los frenólogos del siglo 19, los incels están convencidos de que esos pocos milímetros de hueso determinan para siempre el destino de una persona. La idea podría ser hasta útil, considerando que esos milímetros de huesos, carne y cartílagos que los incels señalan contribuyeron a establecer un cánon de belleza racista, que privilegia los rasgos faciales anglosajones. En cambio, los incels utilizan esta idea en un marco de victimización biológica.

Pero hay soluciones. La más soft es el mewing, una serie de ejercicios (nunca chequeados) para fortalecer los músculos de la mandíbula, que supuestamente sirven para definir la línea de la mandíbula y alinear las filas de dientes superior e inferior. Pero la verdadera solución es la cirugía estética. Concretamente la cirugía maxilofacial, que corrige esos centímetros de carne que separan a un Chad de un incel.

En el mercado de la cirugía maxilofacial para incels, la estrella es Barry Eppley, un cirujano plástico estadounidense. Su servicio incluye implantes faciales personalizados diseñados en 3D, pensados específicamente para hombres. Además, Eppley ofrece procedimientos heterodoxos, como implantes de cráneo, aumento y reducción de frente, occipitalplastia y alargamiento de clavícula. En una entrevista reciente, el doctor Eppley cuenta que realiza 450 cirugías al año, unas 10 por semana. De hecho, según la American Society for Aesthetic Plastic Surgery, las cirugías estéticas entre hombres aumentaron un 325 por ciento entre 1997 y 2015 en los Estados Unidos.

El sueño de la carne crea monstruos: si la frenología sirvió justificando el racismo y el esclavismo durante el siglo 19, desde 2014 que al menos seis asesinatos en masa fueron cometidos por hombres que se identificaban a sí mismos como incels.

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